When I am dead, my dearest,
Sing no sad songs for me;
Plant thou no roses at my head,
No shady cypress tree.
Christina G. Rossetti
¿Tendríamos que estar tristes cuando una persona muere?, me preguntaba al ver las fotos que comenzaron a rondar las redes sociales del velorio de Don Óscar González Guerrero, imágenes donde se muestra todo menos tristeza, donde las personas que acompañan el cuerpo del patriarca del estudio muestran sonrisas y cuentan chistes.
En cualquier religión occidental la vida es una etapa transitoria que tiene por objeto ganar el cielo, no es posible alcanzar la máxima recompensa sin morir. He oído lo suficiente de la filosofía Tribilini para saber que nuestra secta favorita considera ésta como la última reencarnación, y que al morir solo hay de dos, o trascendemos a la cuarta dimensión o reiniciamos en Némesis para una segunda oportunidad.
Así que, en cualquiera de los casos, es más motivo de alegría que de tristeza que una persona fallezca. Sí, pero solo si esto se hace desde lo que nuestros amigos llaman “la mente silenciosa”, desde una comprensión completa de las circunstancias que te permita decir: - mmm se murió mi abuela, sí, ya trascendió. Vamos a comer unos elotes con Mark.
Pero una cosa es no estar triste y otra muy diferente hacer de un velorio un festival o peor aún una propaganda buscando reafirmar las convicciones del grupo o posicionar una marca.
No es casualidad que acompañado de admiración por el finado, Gonzalez Loyo señale que las últimas palabras de su padre fueron “deben continuar con la editorial”, o que, a manera de chantaje, se comunique que va a continuar con su proyecto editorial para que su padre pueda cumplir con su misión. Aderezado todo con una muestra de los poderes sobrenaturales del líder de la secta que afirma que vio como su padre partía al más allá. Incluso en el programa de homenaje en Katún media se dice que al señor lo visitaron seres de tres metros.
Independientemene de lo anterior, lo que me resulta más triste es ver que, a pesar de la importancia en la historia editorial de México del señor González Guerrero, la afluencia a su funeral fuera tan escasa, las menciones en los diarios impresos se limitaron a una nota en La Jornada y creo hubo una mención vía Twitter de Guillermo Ochoa (el otrora famoso conductor de Televisa), además de una poco controvertida nota en SDP noticias.
Pero la atención de los medios no se llama desde la poca relevancia del estudio, sino desde el gremio al que perteneció, desde la importancia y permanencia de los contenidos realizados o de la permanencia de la persona y su trabajo en el colectivo social. Pongamos un ejemplo, Si no fuera por Luis Gantús ¿Cuántos en nuestro país realmente sabrían del trabajo de Sergio Aragonés?, aún y cuando su trabajo es realmente excelso, la mitificación del señor viene de la mano del organizador de eventos y cronista del cómic más importante de México. Estoy seguro que en la Conque el autor de Groo tiene solo un peldaño por debajo de Stan lee y eso se debe al respeto y admiración que por él siente Gantús.
Tanta es la relevancia que ha cobrado Don Sergio, que una recopilación de sus historias en MAD y una suerte de biografía han arribado en el último año a Sanborns y puestos de periódicos, y los cuales, estoy seguro, se vendieron y se venderán con singular aprecio.
A diferencia de Memin y La Familia Burrón, que se han mantenido en el colectivo debido a que son considerados productos valiosos de la cultura popular, Hermelinda no logró saltar desde el sector social al que fue dirigido y, aunque alcanzó la pantalla grande en dos ocasiones, se le sigue considerando en el mismo nivel que a los sensacionales. Y nadie, salvo una pequeña nota en Esto es Ferpecto, les concede importancia cultural alguna a esas publicaciones.
Pero lo escrito párrafos arriba no resta importancia al papel que Don Óscar tuvo en la industria editorial, hoy que tan de moda en las escuelas de negocios está estudiar mediante el uso de casos reales analizar la innovación que Don Óscar llevo a cabo bajo su gestión podría ser de mucha valía.
Sin embargo, como ya lo dije, es tarea del gremio mantener a sus íconos, pero esto difícilmente sucederá ya que Óscar Junior ha decidido aislar a su secta y con ello la memoria de su padre. Pero no solo eso, González Loyo ha enfocado todos sus esfuerzos a continuar con su proyecto personal, desaprovechando las oportunidades de encumbrar la figura de su papá. ¿Recuerdan ese post donde critique la aparición de Karmatrón en una caja para una subasta?, como esa, hubo muchas posibilidades de legitimar la leyenda de Don Óscar padre.
Tanto Susana como Óscar son conscientes de lo sucedido, ambos esperaban una concurrencia acorde a la figura y el cariño que existe por Don OGG, y su decepción se acusa desde el post de Susana en Facebook y la mención de Gonzalez Loyo en su discurso para el funeral donde señaló: “muchos amigos quisieron venir, pero se quedaron atorados en el tráfico”.
Creo que Óscar debería pensar en todo lo aquí escrito y aprovechar la sana competencia que se ha gestado con La Conque para regresar a los eventos donde pertenece, olvidar viejas rencillas y haciendo uso de la mente silenciosa retornar de forma humilde al lugar que no debió abandonar, pero eso sabemos que no va a ocurrir. Gonzalez Loyo prefiere seguir haciendo “comunicados de prensa” que solo uno que otro portal de internet reproducirá.
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